Días nublados
Facundo tuvo una semana de escaso protagonismo y, si bien van pocos partidos, el panorama comienza a inquietar. ¿Qué está pasando? ¿Le exigimos demasiado o es un tema de confianza baja?
Anoche vimos el partido contra Minnesota en la cervecería y un flaco tuvo la osadía de insultar a Facundo después de una pérdida. Inmediatamente fui y le rompí un vaso en la cabeza desatando una verdadera batalla dentro del local, que terminó con intervención policial. Sin grandes justificativos, le ofrecí la renuncia al Enano Leonel, dueño del emprendimiento. Pero no me la aceptó. Me dijo que estaba orgulloso de mi reacción y que si alguien volvía a putear a Campazzo dentro de su recinto, repitiera el accionar. Nos dimos un abrazo y le prometí regalarle una casaca de Denver (de las truchas, obvio). No sabía que el Enano Leonel era fan de la NBA. Pero es un puntazo a favor. De todos modos, estoy angustiado. Facu volvió a tener minutos irrelevantes. Y si bien aportó un par de acciones positivas antes de que lo sacaran, estuvo bien reemplazado. Su contribución viene siendo escasa. Ayer terminó con -24 en el +/- y Malone se inclinó por el novato Bones Hyland en el inicio de la rotación del complemento (alarmante novedad).
En los anteriores partidos de esta semana, el nivel de Facundo fue igual de irregular. Tuvo tramos positivos en sus primeros ingresos frente a Cleveland y Dallas. Pero nunca pudo llegar a destacar de manera concreta. Y frente a Utah, directamente fue intrascendente. A veces no sé qué pensar: si somos demasiado exigentes con lo que pretendemos de él o si no está generando el impacto que podría generar. Tal vez en la vorágine nos olvidemos de que logró ganarse un lugar dentro de una franquicia que tiene como objetivo llegar a la final del Oeste. Tal vez todavía tengamos muy a mano las epopeyas constantes de Emanuel Ginóbili con San Antonio Spurs y busquemos tapar ese enorme vacío con Campazzo, que hoy por hoy es el mejor basquetbolista de Argentina, pero que nunca podrá equipararlo. Esa comparación sería bien tóxica. Tal vez nos pese asumir que haya un techo. ¿Y si tocamos el techo?
Me cuesta aceptarlo. Pero no desde la terquedad: desde el sentido común. A diferencia de muchos otros casos, Facundo tiene argumentos para destacar en la NBA. No digo para ser una estrella de la liga, pero sí para ser un base suplente sólido, respetado, influyente. Simplemente ha perdido la confianza. Ya ni siquiera espera el triple en la esquina: directamente va en busca de alguna cortina ciega que libere a alguno de sus compañeros. Está como resignado al rol. Y estamos hablando de un rol bastante más limitado que el de la temporada pasada. En todo esto reflexioné durante la semana entre pinta de Ipa y pinta de Honey, que son los pedidos más frecuentes de la clientela.
Si tuviéramos que buscar algo positivo de todo este océano de caca, es que Denver sacó petróleo de este back to back frente a Dallas y Minnseota, y nuevamente se encaminó por la senda triunfal. Está con récord de 4-2, ocupando el tercer lugar de la Conferencia Oeste. Los próximos juegos que se le avecinan son: Memphis (lunes y miércoles, ambos como visitante) y Houston (sábado en el Ball Arena). Mientras tanto, Jamal Murray sigue con su rehabilitación. Ojalá alguien del staff se avive de que está más gordo que Ortigoza y le mejore la dieta, porque si no, va a llegar a enero con peor forma que el último Raymond Felton. Perdón el exabrupto. Seguimos como si nada hubiera pasado.
Además de todo lo relatado, esta semana tuvimos un cara a cara con Ricky Rubio, base español que tiene de hijo a Facundo desde la final del Mundial de China. El cruce, que obviamente tuvo rápida viralización, se inició después de que el chico Ricardo le dejara puesta la pata después de un lanzamiento fallido. Ahí tuvieron un intercambio de palabras que no tenemos permitido publicar y después pasó lo que pasó. Nada es lo que parece, amigos. Es todo lo que podemos comentar del tema.
Bueno, hasta acá llegamos. Esperamos que la semana que viene remonte un poco la situación por el bien de todos. Les agradezco los mensajes que me mandaron en estos días por el retorno del newsletter. Son gestos de amor que me mantienen con fuerza cuando los borrachos que van a la cervecería me denigran con sus escasas propinas. No olviden seguirnos en Twitter e Instagram y recomendarle este reporte a otras personas así la mentira crece. Los quiero con el corazón.
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