Diario de viaje
Renzo en Denver. Su encuentro con Facundo, las vacunas en el estadio, la camiseta agotada y mil historias más. Entrega histórica del enviado especial de TF7.
Sí, estoy en Denver. Llegó el esperado premio económico y en vez de comprarme un corsita a gas, preferí viajar en Primera a los Estados Unidos de América parando en el mejor hotel de la ciudad. Es posible que al regreso tenga que pedir comida afuera del Mc Donald’s, pero ahora Renzo está en Denver. ¿Ustedes están en Denver? No. Perfecto.
Ay, amigos, hay tanto para contar que no sé por dónde empezar. La ciudad es bastante mejor de lo que imaginaba. Tiene un parque maravilloso, un centro piola, una estación de trenes preciosa y pequeñas pinceladas que la distinguen de la típica ciudad estadounidense. También es justo decir que hay homeless por todos lados y loquitos que gritan por la calle, abandonados por el sistema. En eso, es igual a las demás.
Pero toda esta estupidez del turismo y el análisis sociológico del destino quedó en un octavo plano cuando me di cuenta de que quedaba un cuarto para el final del quinto punto, el equipo de Malone perdía ante los Blazers y la eliminación comenzaba a rondar por la cabeza de todos. Ahí me inquieté. Dije: “Upa Renz, puede que estés siendo un poquito piedra”. Por suerte el desenlace fue positivo. No hay que creer en supersticiones. Es un síntoma de estupidez.
Esa noche Facundo jugó uno de sus peores partidos de los últimos meses. Pero Denver logró imponerse y aclaró un escenario muy oscurecido. Dos días más tarde, aprovechando ese envión, el equipo olió sangre (y desgaste) en el rival y lo terminó de quebrar, borrando los fantasmas del pasado, porque vale recordar que Portland eliminó a Denver dos temporadas atrás en una serie antológica. La victoria 4-2 garantizó el objetivo: sin su segunda estrella (Jamal Murray), sin un titular anotador (Will Barton) y sin un suplente sólido (PJ Dozier), el equipo dio la cara cumpliendo con el objetivo central de pasar al menos la primera instancia de eliminación. Facu estaba chocho.
Ahora se viene Phoenix, que eliminó a Los Angeles Lakers (sin Anthony Davis en condiciones en la recta final) con total justicia. Esta nota de NBA Argentina describe a la perfección todo lo que hay que considerar del cruce. La recomendamos. A Facundo lo espera un rival durísimo: Chris Paul. Acaso uno de los mejores bases de la NBA en los últimos 30 años, mañoso, hablador, a veces hasta un poco sucio. Le gusta desafiar, porque sabe que tiene un control total de la situación. Los árbitros lo padecen, casi tanto como los rivales. Le gusta el roce. Si su hombro lo acompaña, sabe que esta es LA oportunidad de su carrera para jugar una final de la NBA (¿o acaso Suns no es candidato en el Oeste?).
Antes de la serie ante Blazers, Facu recibió una carpeta con un scout detallado de cada jugador rival y de cada ofensiva de Stotts. Y desde el día siguiente al pase de ronda, otra carpeta igual con referencias minuciosas del plantel de Suns. Las referencias de Paul ocupan tres hojas. Es impresionante el rol de los asistentes. En los tiempos muertos, primero interviene el entrenador defensivo, después el de ataque y recién ahí, aparece Malone. Hay uno que se dedica a ver en un Ipad si hay que pedir o no el challenge. Entonces cuando hay un fallo polémico, el chabón tiene que repasar la jugada en un segundo y definir qué se hace. La presión que sufre es gigantesca. De hecho, muchas veces termina siendo insultado, detalle que me causó muchísima gracia.
Me saqué entrada cerca del banco para ver comportamientos. Y la verdad es que es un escándalo lo que se bardean los jugadores entre sí. Se habla más que en un picado amateur. De lo poco que pude rescatar esa noche, no quiero olvidarme de mencionar tres apostillas interesantes: en la presentación, Facu fue concretamente ovacionado. Dirán que Renzo exagera, ¿pero acaso ustedes están en Denver? No. Perfecto, entonces tendrán que creerme. Es realmente muy querido, de hecho lo reconocen en la calle. La segunda apostilla es que en el store, la camiseta número 7 está totalmente agotada. Ni siquiera quedaron remeras de entrenamiento. La tercera es que, si uno está al pedo, puede anotarse y vacunarse ahí mismo, en el estadio. Indignante contraste. Eso a Renzo no le gustó. Igual fui y me puse la Moderna en el primer cuarto y la Johnson en el tercero. Cuando terminó el doble suplementario, entre la excitación por lo vivido y los tres hot dogs ingeridos, se me formó un coágulo en el cerebro y tuve que ser asistido en el estacionamiento.
Una vez que logré recomponerme, noté que justo comenzaban a irse los jugadores. Y me puse a ver qué autos tenían. Todas naves, incluso los integrantes del staff eh. En un momento apareció Facu y le dije: “Hola, yo soy el que escribe el newsletter de Team Facu”. Y me dijo: “¿En serio? ¿Vos sos Renzo? Y yo le dije: “¡El mismo!”, con una enorme sonrisa, esperando que me invitara a comer y me regalara su camiseta firmada. Pero no. Me dijo: “A veces me haces reír”. Y se fue. Fue un duro momento.
El único que andaba medio a pata era el pobre Marquitos Howard, que salió a los pedos en una suerte de Corolla blanco (o simil, qué se yo). Un auto que podría tener cualquier oficinista. Parece un tipazo. Facundo contó que en la universidad era un anotador furioso y que también completó sus estudios. También contó que hubo tres jugadores que lo saludaron con especial afecto luego del triunfo en el sexto punto: Damian Lillard, Norman Powell (con quien se cagó a palos todo el cruce) y Carmelo Anthony.
Bueno, seguiría contando cosas de mil amores, pero hay un vuelo privado saliendo para Phoenix, y me está esperando. Tal vez mande algo más entre semana. Igual, hay que ver. Porque el martes me vuelvo y ya palpito la tristeza desde ahora. En Argentina, seré un homeless gritando cosas inextensibles en la esquina de Triunvirato y Monroe. Pero los problemas de mañana son de mañana, ¿verdad? No olviden suscribirse y bla bla. Nos vemos. Los quiero.
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